Guerra de precios del petróleo: sálvese quien pueda

La actual crisis de precios del petróleo es continuación de la de 2014, ocasionadas ambas por una sobreproducción de crudo. La que se vive en 2020, aupada por la pandemia del coronavirus, promete ser más fuerte y con un desenlace desolador. Análisis. 

Por: MARTÍN ROSAS*

30 de marzo de 2020.    Se veía venir. Era solo cuestión de tiempo. Con una producción creciendo en medio de una economía en desaceleración, aupada por la pandemia de la Covid-19 que llevará a una recesión planetaria, era inevitable que los precios se desplomaran. La ley de la oferta y la demanda finalmente se impuso en el mercado petrolero.

Agravada por la actual coyuntura sanitaria, la descolgada de las cotizaciones es solo el segundo capítulo de la crisis de precios de 2014. En esa ocasión anunciamos que era el comienzo del fin de la era del petróleo como rey de los energéticos, y que, curiosamente, ese reinado no terminaba por el “peak oil”, como profetizaba la teoría de Hubbert en el siglo pasado, sino por todo lo contrario: una abundancia del “oro negro”. Esta no es una crisis de demanda; es una crisis de sobreoferta, lo cual cambia la perspectiva.

Luego de que los recortes en producción por parte de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) no lograran detener el auge del shale oil en los Estados Unidos, que lo llevaron a posicionarse como el primer productor mundial de crudo con cerca de 15 millones de barriles diarios; Arabia Saudita no tuvo otra alternativa que ofrecer su petróleo con descuentos de hasta 20% y anunciar que aumentaría su producción hasta los 13 millones de barriles diarios, desatando así una guerra de precios, innecesaria por demás, pues la pandemia en pocas semanas recortó la demanda global en 20 millones de barriles diarios, hundiendo los precios aún más.

El objetivo de Arabia Saudita es sacar del mercado a los productores más costosos, especialmente al esquisto estadounidense, altamente endeudado y con un precio de equilibrio de 48 dólares por barril.

Las petroleras de Texas y Dakota del Norte, los estados con mayor producción en los Estado Unidos, están ahora al borde del abismo. Los bajos precios del crudo y una abultada deuda podría ser un golpe mortal para los productores de esquisto bituminoso. Está por verse si es también el fin de la llamada revolución del shale estadounidense.

Con cotizaciones rondando los 20 dólares el barril a finales de marzo, el panorama luce desolador.

Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, dijo que “con estos precios, veremos una disminución importante en la producción de shale en Estados Unidos. Se avecina un gran sufrimiento para la industria petrolera estadounidense… Y anticiparía que el GNL estadounidense también se verá afectado negativamente.”

Algunos analistas sostienen que ante el dramático descenso en la demanda y con el aumento de la producción saudita, los depósitos de crudo pronto estarán a tope y los tanqueros ocupados, pues en épocas de sobreproducción se convierten en almacenamientos flotantes.

En este panorama, los productores no solo recibirán los precios más bajos del siglo sino que estarían pagando por el crudo en stock. Esta será, tal vez, la peor crisis del petróleo en toda su historia.

Furia de titanes

Los protagonistas de esta guerra de precios son los tres más grandes productores de crudo: Arabia Saudita, Rusia y, de contera, Estados Unidos. Los dos primeros quieren sacar al tercero del juego y ganar cuota de mercado. Al final, el triunfador será quien resista el mayor tiempo con cotizaciones extremadamente bajas, o los que logren un respaldo de las finanzas estatales, para lo cual Estados Unidos cuenta con la chequera más abultada. De hecho, el presidente Donald Trump anunció que compraría 77 millones de barriles en los próximos meses para alimentar las reservas estratégicas.

Entre tanto, las compañías a nivel global (excepto Saudi Aramco) anuncian las obligatorias reducciones en producción y fuertes recortes en inversiones (Ecopetrol recortará 1.300 millones de dólares en inversiones, de un presupuesto de 4.300 millones de dólares para 2020), al tiempo que se estima que un millón de empleos queden cesantes en la industria.

En tales circunstancias, Rusia tiene ciertas ventajas, pues no posee una deuda externa tan alta como la saudita, dispone de un fondo soberano con 170.000 millones de dólares acumulado gracias a las ganancias petroleras y su economía está más diversificada; mientras que la de Arabia depende casi exclusivamente del petróleo, aunque a su favor cuenta el tener los costos de producción más bajos, por debajo de 9 dólares el barril.

Un ganador insólito

Mientras eso sucede, curiosamente, el país que sacará más provecho de esta coyuntura no es ninguno de los tres contrincantes en el campo de batalla. Será China que, superada la pandemia, se consolidará como la primera potencia económica del planeta. Trump ya lo avizoraba y por eso desató su guerra comercial con el gigante asiático, demasiado tarde tal vez.

China tiene a su favor que como fue el foco de infección de la Covid-19 también será el primero en superarla, mientras que Estados Unidos pagará caro la tardanza en declarar las cuarentenas.

Aún es pronto para saber cuál será el desenlace de esta guerra de precios, pues los peores días están por venir. Lo cierto es que productores con costos superiores a los 45 dólares por barril seguramente saldrán del mercado, dejando a su paso una estela de quiebras. Y, si la crisis se prolonga, los países más dependientes de las rentas petroleras, como Venezuela, Irak, Irán, Kuwait, Qatar y Nigeria, podrían ver colapsadas sus economías.

Superada la crisis, la industria petrolera quedará debilitada y su influencia en el mundo se irá diluyendo en el tiempo con una nueva reconfiguración, donde los nuevos protagonistas serán los sobrevivientes de esta implacable guerra de precios.

*Director de guiadelgas.com

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