¡A sembrar las regalías!

Reproducimos la más reciente columna del Exministro de Minas y Energía Amilkar Acosta sobre el papel del sector extractivo en la necesaria transformación Productiva del país.

Por: AMYLKAR ACOSTA M.

29 de diciembre de 2019.   En Colombia, al igual que Latinoamérica, como lo afirma la secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) Alicia Bárcena, “nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados” y remata diciendo, “así nos será muy difícil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”.

El caso de Colombia es patético. Además de que los sectores agropecuario e industrial perdieron participación en el PIB, al pasar del 24% y 22% en promedio al 6,2% y 12%, entre los períodos 1970–1980 y el 2012, respectivamente, las exportaciones de petróleo, carbón, oro y ferroníquel sumadas alcanzaron a representar el 70% del total de las exportaciones de Colombia. 

Si bien, como afirma Christina Figueres, ex secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, “hay que agradecerles a los hidrocarburos por lo que han hecho de la economía de Colombia, porque este país no sería lo que hoy es, con un desarrollo ejemplar en Latinoamérica, si no fuera por la exportación de carbón y petróleo. Sin embargo, llegó la hora de reconocer que es una actividad que tuvo su momento de sol, pero hoy ya está en el atardecer y tenemos que prudentemente buscarle alternativas rápidas ya”.

En un Informe del Foro Económico Mundial (FEM) ya había dicho con mucha razón que “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía…y reducir su dependencia exportadora de los hidrocarburos”.

Bien dijo el experto y analista Manuel José Cárdenas que “apoyarse en factores tan estáticos como los recursos naturales, puede ser una buena manera de comenzar  pero una mala manera de continuar”. En este sentido, según la Presidenta del Consejo privado de competitividad Rosario Córdoba “la recomendación central de la OCDE es categórica: Colombia debe priorizar la agenda de transformación productiva y asignarle recursos a la altura del reto”.

Hay, entonces, consenso sobre la imperiosa necesidad de diversificar la economía nacional y la oferta exportadora, único camino para asegurar un crecimiento mayor y lo que es más importante, sostenido e incluyente.

Es bien sabido que cuando en 2012, en la cresta de la ola del largo ciclo (2003–2012) de altos precios de los conmmodities, el crecimiento potencial del PIB era del 4,8%, pero cuando sobrevino la destorcida de los precios (a partir del 2013 para los productos mineros y desde mediados de 2014 para el petróleo) se frenó la economía y fue así como el crecimiento potencial se redujo en el 2018 a sólo 3,5%. Y, lo que es más grave, llevamos cuatro años con un anémico crecimiento del PIB, por debajo de este menguado crecimiento potencial, lo cual explica en gran medida el repunte de la tasa de desempleo, que volvió a la senda de los dos dígitos.

¿Y en dónde está la fuente de financiamiento de la transformación productiva? El capital semilla, para sembrar las regalías y emprender la tarea largamente aplazada de la diversificación de la economía mediante la estrategia de la Transformación Productiva está en los recursos de los que dispone el Fondo de Ahorro y Estabilización (FAE) en el fideicomiso constituido para el efecto, que bordean los $10 billones, así como los que se ahorren hacia el futuro, gracias a los mejores precios o a los mayores volúmenes de producción con respecto a los previstos en el Presupuesto del Sistema General de Regalías (SGR), cómo está previsto en el Acto legislativo 05, que se acaba de aprobar por parte del Congreso de la República, amén de aquellos que, según la misma norma, tendrán esa misma destinación. Así lo vienen haciendo Arabia Saudita y Noruega, dos ejemplos dignos de imitar, que cuentan con sendos fondos soberanos para tal efecto, los cuales se nutren de la renta del petróleo y el gas, respectivamente.

No hace sentido que con las falencias que tiene Colombia, especialmente en materia de infraestructura, en lugar de invertir bien tales recursos, que superan con creces los que se esperan recaudar por cuenta de la controvertida reforma tributaria 2.0, los mismos estén atesorados, simplemente recibiendo unos magros rendimientos.

Es importante también encauzar de la mejor manera los recursos asignados para ciencia, tecnología e innovación (CTeI), los cuales deberían estar bajo la rectoría del recién creado Ministerio del ramo. Como lo aconsejó recientemente la Misión de Sabios, Colombia deberá apretar el paso en este frente para corregir el rezago del pasado de la inversión en CteI, sin la cual será imposible mejor su competitividad.

En el pasado los recursos del SGR correspondientes a CTeI han sido los de más baja ejecución y permanecen congelados en los bancos, ello es inaudito. Si seguimos por este camino, nos arriesgamos a que, como lo afirmó el Papa Francisco, “en el día del juicio final delante de Dios, nos contaremos entre los que enterraron el talento dado y no lo hicieron o de más  fructificar”.

Esta es una empresa de largo aliento, que debe comprometer los esfuerzos y la voluntad política no de una sino de varias administraciones, de varios períodos presidenciales, por eso la planteo como una política de Estado y no de gobierno, para que tenga continuidad en el tiempo y en el espacio.

Concluyo diciendo con Parke Dickey que “muchas veces en el pasado pensábamos que nos estábamos quedando sin petróleo, pero realmente nos estábamos quedando sin ideas”. ¡Eso no nos puede volver a pasar!

*Exministro de Minas y Energía y miembro de Número de la ACCE

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