Cambio climático, coexistencia energética y gas natural

Para reducir significativamente las emisiones de carbono existen grandes desafíos y también el peligro de precipitarnos sin planear e implementar de forma rigurosa este proceso de transición que el mercado no está reconociendo.

Por: LUIS GUILLERMO ACOSTA*

21 de aeptiembre de 2021.   El cambio climático es una amenaza real para nuestro planeta, y si la humanidad no cambia el apetito por el crecimiento industrial, deberíamos entonces reducir significativamente las emisiones de carbono para evitar resultados potencialmente dañinos.

El proceso de transformación hacia la descarbonización no debe hacerse de forma súbita, es un asunto que debe estar plenamente definido en todas sus dimensiones e impactos en la sostenibilidad del planeta y sus pilares humano, ambiental y económico.

Para reducir significativamente las emisiones de carbono, existen grandes desafíos y también el peligro de precipitarnos sin planear e implementar de forma rigurosa este proceso de transición que el mercado no está reconociendo, y podríamos llegar a un punto en el que la potencial medicina perfecta sea peor que la enfermedad. Particularmente, cuando el mercado apunta a soluciones de energía renovable falsamente instantáneas.

Recientemente, el estado de California (EUA), la quinta economía del mundo, luego de haber tomado la decisión con bombos y platillos de suplir la demanda energética estatal mediante energía solar, se ha visto forzado a abrir cinco plantas de gas natural para abolir el riesgo potencial de apagones, que tendrían consecuencias negativas para el Estado y su población.  Así pues, de materializarse estos peligros tendrían efectos críticos al no tener una canasta energética confiable.

Hablar de transición energética sostenible va más allá de un cambio en la fuente de energía y dejar, en el corto plazo, de usar los recursos fósiles.  La razón por la cual el mundo aún necesita del petróleo y el gas, donde no se puede pretender el abandono total en el uso de estos recursos, es que de acuerdo con la Universidad de Oxford, para el año 2019 el consumo de petróleo y gas representó el 30.93% y 22.67% respectivamente en el total de la energía primaria consumida, mientras que las energías solar, eólica e hidroeléctrica generaron el 9.1%. 

En lo que respecta al futuro de la industria de hidrocarburos, mientras Goldman Sachs señala que la demanda de petróleo crecerá hasta al menos el 2030, el Fondo Monetario Internacional asegura que alcanzará su punto máximo alrededor del 2040.  Desde esta perspectiva, se estima un período de transición de combustibles líquidos a sólo gas, que podría durar muchos años mientras las energías renovables maduran en sus dimensiones técnica, ambientale y económica.

Habiendo dicho esto, sorprende mucho la cita de la Administración de Información de Energía de EUA, que afirma que los combustibles líquidos representarán aproximadamente el 35% del consumo total de energía de EUA en 2050, en comparación con el 37% en 2019.  Una disminución marginal.

La transición a las energías renovables requerirá de una intensificación muy crítica en la extracción de metales y minerales de tierras raras, con costos ambientales y sociales reales que podrían impactar el planeta en forma más letal que los actuales niveles de emisiones de CO2.  Es por esto que es de vital importancia pensar en la sostenibilidad energética para el mundo y para Colombia en particular, desde la coexistencia entre los hidrocarburos y las fuentes de energías renovables, y no desde la eliminación de una de estas. 

Cada país tiene circunstancias muy particulares en su canasta energética, tipos de industria, retos, riesgos, emisiones y en sus economías en general. Por lo tanto, aplicar un mismo modelo de metodología y cronograma para la transición energética en todos los países puede ser tan errado como no reconocer que la transición energética ya inició con todas las implicaciones que esta conlleva.

Existe una correlación clara entre crecimiento económico, consumo de energía primaria y aumento de emisiones C02. En la medida que nuestro país continúe su desarrollo económico es de esperar que aumente el consumo de energía primaria y aumenten las emisiones.

Colombia ya cuenta con una matriz energética muy limpia, pues el 25% del consumo de energía primaria viene de fuentes renovables como la hidroelectricidad. En el mundo, el punto de llegada para muchos países es tener una canasta energética tan limpia como la nuestra. 

De acuerdo con la EIA, Colombia produce el 0,25% de emisiones de energía primaria en el mundo, con 0,6% de la población mundial. Así que, reducir este monto a la mitad, como muchos proclaman, poco podría mover la aguja de este KPI Global, pero sí restringiría sustancialmente la capacidad del país de crecer y desarrollarse.

Colombia produce 290 millones de toneladas equivalentes (M Teq) de CO2 anuales, de este monto, el 30% proviene del sector energético y el 70% de otros sectores como la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos del suelo.

Ecopetrol, en su reciente reporte sobre transición energética y descarbonización, afirma que entre 2010 y 2020 ha logrado disminuir las emisiones en 8,4 M Teq de CO2.  El Gobierno se comprometió a disminuir 170 M Teq anuales de CO2 para el 2030, frente a casi 291  M Teq de CO2 anuales en 2020, pero no establece claramente cómo se va a llegar allá. 

Las preguntas serían: ¿De qué manera creceremos como país con respecto al 2020? ¿Cuáles serán los impactos en la sostenibilidad nacional para lograrlo? ¿Aplicaremos el mismo tipo de medidas de reducción de emisiones que se piensan aplicar en la industria de hidrocarburos colombiana en los otros sectores del país?  

Es crítico que la industria energética participe en esta discusión, debido a que este sector es un pilar fundamental para el crecimiento de la economía nacional y, además, es el protagonista principal de la coexistencia energética sostenible hacia un mejor futuro para Colombia. Por lo tanto, debemos salvaguardar y acompañar de manera consciente y responsable la transición energética.

Está claro que, por muchos años, los hidrocarburos serán parte de la canasta energética mundial, que el sector es y será protagonista de la transición energética y que el gas será el hidrocarburo más longevo en esta transición, no solo por sus características actuales, sino por ser también la materia prima de un combustible limpio y de mucha capacidad energética como el hidrógeno. 

En el mundo, las reservas probadas de gas natural son de 6,642 trillones de pies cúbicos (TPC), siendo el Medio Oriente, conformado por Irán, Iraq, Israel, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí, Siria, Emiratos Árabes Unidos y Yemen, la región que tiene la mayor cantidad de reservas, aproximadamente 2,677 TPC, el 40% de las reservas totales del planeta.

De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, el gas natural mantendrá su rol en el futuro de la energía sostenible. Su participación en la matriz energética aumentará a un 25% para 2040 y crecerá a una tasa de 1,2% anualmente entre 2030 y 2040. Lo anterior coincide con las tendencias en Colombia, donde el gas natural llegará a un 22% para 2050 en la matriz energética.

Para el caso de Colombia, las reservas 1P (probadas) de gas natural son casi tres TPC y con una autosuficiencia de 7,7 años. Además, de acuerdo con el último reporte del Ministerio de Minas y Energía, la producción comercializada de gas en Colombia em junio fue de 1.122 millones de pies cúbicos por día (mpcd), cifra que se traduce en una recuperación de 20,3% frente a lo registrado en el mismo mes de 2020 (932 mpcpd).

El gas natural cumple hoy un papel clave en la transición hacia las energías renovables y en la superación de la pobreza energética. Colombia cuenta con un potencial de 54 TPC de reservas de gas, de los cuales 30 provendrían de proyectos costa afuera y 24 de yacimientos no convencionales, que actualmente están ubicados en su mayoría en el Valle Medio del Magdalena.

El papel del hidrógeno

Además, el gas propiciará la transición hacia el hidrógeno, un energético que motiva las estrategias de descarbonización, debido a que es un combustible limpio y además produce mayor energía por kilo que cualquier otro.

El hidrógeno es muy poderoso: tiene tres veces más energía que la gasolina. Pero, a diferencia de esta, es una fuente de energía limpia, ya que solo libera agua en forma de vapor, y no produce dióxido de carbono.

El hidrógeno se ha clasificado en tres colores basándose en cómo se ha generado y, por tanto, en cuántas emisiones provoca su producción:

  • El hidrógeno gris es el que se genera a partir de la reforma del gas natural. Actualmente es el más abundante y el más económico, pero el coste se incrementará debido a los derechos de emisiones de CO2. Y es que, para producir una tonelada de H2 gris se emiten de 9 a 12 toneladas de CO2.
  • El hidrógeno azul es el que se genera como el gris, pero capturando y almacenando el CO2 resultante de la reforma. Es más caro que el gris, pero se van igualando. El hidrógeno azul es una apuesta importante hasta 2030 por parte de los países con producción de gas natural.
  • El hidrógeno verde es el que se obtiene por la electrólisis del agua, empleando energías renovables o la reforma del biogás.  Es el más caro, pero para 2030 se prevé una disminución de sus costos en un 60% debido a la baja en los precios de los electrolizadores y de la energía renovable.

Producir hidrógeno a partir del biogás permitiría aprovechar los residuos de la ganadería, purines y de la agricultura, así como los de los lodos de las depuradoras de aguas residuales y los de la fracción orgánica de los residuos domésticos. Se podrían resolver dos problemas al mismo tiempo: reducción de emisiones y gestión sostenible de residuos orgánicos.

El hidrógeno está presente en 75% del universo, pero no existe por sí solo, está combinado con otros elementos como el oxígeno o el carbono, por consiguiente hay que separarlo. Además, es un vector energético, porque es capaz de almacenar energía. Un kilogramo de hidrógeno puede liberar más energía que un kilogramo de cualquier otro combustible, casi el triple que la gasolina o el gas natural.

Además, el hidrógeno tiene una alta densidad energética, lo que es una ventaja pero también un obstáculo, ya que ocupa mucho volumen. Sin embargo, hay diferentes formas de almacenamiento: gas comprimido, hidrógeno líquido y estructuras de carbono, entre otros. Desde el punto de vista ZEO (cero emisiones), esta cualidad lo dota de un gran potencial, ya que permite producir hidrógeno cero emisiones cuando hay excedentes de energías renovables y almacenarlo para su uso cuando las fuentes de energías renovables no estén disponibles.

El hidrógeno ofrece soluciones en zonas alejadas, debido a que se puede producir localmente, ya sea en grandes instalaciones centrales o bien en pequeñas unidades. Esto permite que incluso en territorios de difícil acceso se pueda producir esta fuente de energía.

Como han demostrado acontecimientos recientes, la industria del gas está acostumbrada a afrontar incertidumbres y sufrir grandes conmociones. Se podría decir, con base en el panorama actual, que es durante períodos desafiantes cuando la capacidad de la industria del gas se vuelve más evidente para responder de manera rápida y eficiente a las dinámicas cambiantes a y las fluctuaciones del mercado. 

El modelo energético actual envía un mensaje claro: es demasiado pronto para cancelar los hidrocarburos. Seguirán siendo la fuente dominante en la combinación energética global en el futuro previsible. El gas natural será el único recurso de hidrocarburos que aumentará su participación del 23% actual al 28% en 2050, ya que es uno de los facilitadores mundiales para reducir las emisiones de manera rápida, rentable y constante, al reemplazar los combustibles intensivos en carbono y respaldar a las energías renovables intermitentes.

La única forma en que el sector de hidrocarburos del país y la economía en general pueden sobrevivir en el futuro, es entender en forma clara cómo encaja el perfil país en la transición energética a nivel mundial y cómo hacerlo en forma  responsable, racional y sostenible.  El punto de partida debe ser la realidad económica y energética actual de Colombia.

Somos un país con importantes recursos de carbón, petróleo y gas, que representan del 5% al 7% del PIB, del 30% al 40% de exportaciones y entre el 20% y el 25% de los ingresos fiscales, lo que permite financiar el gasto público. Por ende, el plan actual de reducción de emisiones podría ser un disparo en el pie.

En particular, el gas debe jugar un papel importante en la transición. El Gobierno debería incentivar y no desincentivar el uso del gas natural como se está proponiendo en algunos casos.

Hay mucho que la industria puede hacer para la transición energética y disminuir su huella de carbono. Por ejemplo, programas de eficiencia energética a lo largo de la cadena de valor, que implementan una economía circular alrededor de las emisiones del CO2 utilizando tecnología de punta en la Industria de hidrocarburos.

Hay que comenzar por medir las emisiones, sustituir generación de energía de crudo a gas o electricidad de la red en forma paulatina, en fin desarrollar ideas que tengan sentido para disminuir el impacto de emisiones. Teniendo un liderazgo humanista y sostenible, siendo apasionados por la tecnología, siendo ágiles y trabajando entre todos en forma  integrada, lograremos evolucionar en la transición energética y obtener lo mejor para el bien colectivo en nuestro país y forjar un futuro sostenible.

*Director Ejecutivo de Acipet

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