La invasión a Ucrania y la encrucijada energética europea

En los últimos meses, y como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, el mundo ha vuelto a pensar sobre la seguridad energética. Adicionalmente, se ha observado un aumento en los precios de la energía y el consecuente aumento de los ingresos de los países exportadores y de los costos para los consumidores.

Por: RICARDO DELGADO*

3 de junio de 2022.   Ante la contingencia y el posible desabastecimiento de gas natural en Europa al cesar las importaciones desde Rusia, el carbón mineral ha suministrado parte de la energía que antes proveía el gas. Esto, sumado a la necesidad de sustitución del petróleo ruso, ha llevado a un incremento generalizado del precio internacional de los energéticos y al aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente en los países europeos.

Europa logró pasar el invierno 2021-2022 sin que la crisis del desabastecimiento energético la alcanzara, en gran medida porque las sanciones a Rusia no se ejecutaron en ese periodo y porque Rusia no cesó el suministro de energía. Pero ese equilibrio inestable no va a durar para siempre.

Esta coyuntura ha llevado al planteamiento de diferentes opciones de respuesta y a la visualización de impactos permanentes que podrían llevar a la modificación de los escenarios energéticos futuros. Una de las primeras discusiones tiene que ver con el aspecto de seguridad del abastecimiento y el eventual conflicto con el cumplimiento de las restricciones ambientales y de los objetivos climáticos de los diferentes países.

Alternativas de suministro energético

Respecto al caso europeo, una de las estrategias podría ser la de hacer permanente el uso de “emergencia” que se ha hecho del carbón como alternativa energética. Esto reñiría con el cumplimiento de los objetivos climáticos planteados, pero tendría beneficios en cuanto al aprovechamiento de las reservas locales y de las múltiples fuentes disponibles para la importación de carbón.

Un segundo escenario contempla la construcción de nuevas instalaciones para la importación de gas natural licuado (GNL) que podría comprarse a diferentes países en el mercado internacional, disminuyendo el riesgo de depender de una única fuente.

La tercera alternativa podría ser la sustitución del gas natural ruso con el desarrollo de las potenciales reservas de yacimientos no convencionales. Esta opción no es tan de corto plazo ya que depende del éxito en la identificación y desarrollo de esos yacimientos, pero de ser exitosa garantizaría la autonomía energética de la región.

Como cuarta alternativa está la construcción de gasoductos adicionales que permitan llevar gas natural importado desde puertos españoles y portugueses hacia el resto del continente. De esta manera, se podría utilizar la capacidad de regasificación de España y Portugal, además de su posición geográfica para importar GNL sin construir nuevas terminales.

Las cuatro alternativas pueden llegar a ser exitosas a la hora de garantizar la sustitución del gas natural ruso por gas de otro origen o por carbón mineral. El cambio en el origen del gas natural importado no es una solución de mínimo costo, de haberlo sido no se habría llegado a la dependencia del gas ruso como la fuente más económica.

La búsqueda de gas barato llevó a que Rusia fuera el proveedor principal de Europa. No es claro si en las cuentas que llevaron a definir que esa era la mejor opción, se incluyó el costo de la confiabilidad por depender de una única fuente.

El gas de yacimientos no convencionales europeo tiene un costo de producción que es alto si se compara con la alternativa de importación desde Rusia, lo mismo pasa con la importación de GNL. Sin embargo, es fácil ser profeta del pasado y concluir que de haber ponderado apropiadamente el costo de la dependencia de Rusia, las opciones de los yacimientos no convencionales locales y la importación de GNL podrían haber sido más favorecidas.

Una lógica similar se podría aplicar a la hora de ponderar las opciones de sustitución planteadas anteriormente. Disminuir la dependencia del gas ruso mediante la diversificación de fuentes de suministro de gas y el uso de carbón puede parecer la solución de mínimo costo si no se incluye el riesgo climático.

El inconveniente de las cuatro opciones planteadas anteriormente es que la primera va directamente contra los objetivos climáticos al sustituir un combustible por otro con mayores emisiones. Las otras tres opciones implicarían grandes inversiones en activos que correrían el riesgo de quedar varados si se quisieran cumplir los objetivos climáticos de mitad de siglo. Podrían ser inversiones que llevaran a un bloqueo de carbono en la región.

De hecho, algunos detractores de esas opciones argumentan que, en momentos en que Europa busca alcanzar la carbono neutralidad, la construcción de nueva infraestructura para el uso de combustibles fósiles no sería una buena señal hacia el cumplimiento de la meta. Pero sigue estando en juego la seguridad energética de la región.

Entre tanto, la opción más probable de inmediato plazo para mantener caliente a Europa durante el próximo invierno es el carbón. Invierno que coincidirá con las discusiones climáticas de la COP27.

Una quinta opción considera que la crisis energética causada por el gas natural y petróleo rusos podría acelerar la transición energética hacia la carbono neutralidad.

Finalmente, las fuentes renovables no convencionales de energía como la geotermia (con potencial para calefacción de espacios en Europa mediante bombas de calor geotérmicas), la energía eólica y solar, y el hidrógeno verde son todas locales y cumplirían el objetivo de suministrar la energía sin depender de fuentes extranjeras. Al mismo tiempo, los altos costos de los combustibles podrían acelerar el desarrollo de la electromovilidad y masificarla anticipadamente.

También se ha barajado la posibilidad de construir nuevos gasoductos que tengan la capacidad de transportar hidrógeno de manera que puedan ser reutilizados cuando el gas natural ya sea incompatible con el nivel de emisiones objetivo del futuro. Esta posibilidad surge como alternativa a la cuarta opción descrita y sería complementada con nuevas líneas de transmisión que conecten la península ibérica con el resto de Europa para aprovechar las complementariedades de los recursos solar y eólico en el continente.

El costo del incumplimiento climático podría ser subestimado como en su momento se subestimó el riesgo de depender del gas ruso.

La selección de la alternativa de mínimo costo debería hacerse incluyendo no sólo el costo de los julios de energía, sino también del costo de la seguridad y el potencial costo del incumplimiento climático.

Finalmente, Europa ha liderado al mundo y ha señalado el camino a seguir para estabilizar el clima. El mundo está pendiente de la selección que haga el Viejo Continente en momentos de escasez energética, altos costos de la energía y restricciones climáticas.

Esa misma encrucijada es la que países en vías de desarrollo enfrentan en la selección entre energía barata y confiable junto a la ambición climática. Veremos si el presente se prioriza sobre el futuro y si la restricción ambiental es de opcional cumplimiento cuando las cosas se ponen difíciles.

*Investigador del CREE

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