Reservas y seguridad energética

La invasión rusa en Ucrania y el consecuente choque de oferta de petróleo y gas ha puesto el tema de la seguridad energética en el debate público nuevamente. Daniel Yergin incluso afirma que este choque nos ha despertado de una amnesia colectiva en seguridad energética.

Por: JUAN CAMILO HERRERA*

21 de marzo de 2022.   Cuando se habla de seguridad energética en Colombia, inevitablemente se asocia con la prestación de servicios públicos domiciliarios y el mandato constitucional del estado de intervenir en la prestación de estos y garantizar, entre otros, su “prestación continua e ininterrumpida”.

Esta obligación se traduce, por ejemplo, en el principio de continuidad para el caso de la electricidad y políticas tales como el cargo por confiabilidad que da señales de largo plazo a los agentes a construir y operar recursos de generación necesarios para garantizar la atención de la demanda.

Para el caso del gas natural, esta obligación derivó en los tan mencionados objetivos de política de confiabilidad y seguridad en el abastecimiento que a su vez han derivado en políticas tales como las prioridades de abastecimiento en caso de racionamiento y el plan de abastecimiento de gas natural, entre otros.

Estas políticas de seguridad energética tienen algo en común, y es que están encaminadas únicamente a aumentar la disponibilidad o el acceso a unos recursos (en forma de infraestructura o de reservas del respectivo energético o portador) para atender la demanda en el largo plazo, o en el corto plazo en casos fortuitos y/o de fuerza mayor.

La seguridad energética no es solamente la disponibilidad de recursos, ¿o acaso aquellos países que no tienen recursos fósiles como Japón o Corea tienen menos seguridad energética que otros que si disponen de estos?

El concepto de seguridad energética ha evolucionado hacia la inclusión de otras dimensiones que trascienden a la seguridad en el suministro como único factor, con el fin de responder a los nuevos retos que enfrenta la política energética.

Una de las dimensiones a tener en cuenta para evaluar la seguridad energética es por ejemplo la diversidad. Así como la disponibilidad de recursos aumenta la seguridad energética, la diversidad tanto en la matriz energética como en el número de fuentes de cada energético influye en la seguridad energética.

Así mismo, la diversidad de agentes en los mercados de energía, la diversidad en las tecnologías de transformación de energéticos primarios, y la diversidad en la infraestructura de transporte y su acceso redundan en mayor seguridad energética.

Otra dimensión es lasostenibilidaden la extracción de recursos primarios (y la transformación y uso de estos) y los impactos ambientales que estos generan en el sistema y en el entorno, ya que mayores impactos en los ecosistemas y los sistemas tierra, agua y aire encarecen su extracción, transformación y consumo, disminuye el rendimiento futuro en la extracción de los mismos recursos, obstaculizan su licencia ambiental, e incluso generan impactos permanentes que imposibilitan su existencia. La seguridad energética aumenta cuando el impacto ambiental de un energético o un portador de energía disminuye.

Los precios y su inherente volatilidad es otra dimensión relevante de la seguridad energética. A medida que la variabilidad en los precios de la energía aumenta, las decisiones de largo plazo para los productores y consumidores pueden desincentivar la inversión en nueva infraestructura o disminuir su consumo, aumentar la vulnerabilidad de estos a los choques de precios, dificultando así la disponibilidad del energético en el largo plazo, lo que eventualmente hace más difícil su planeación. Por ende, el nivel de precios (así como sus subsidios) y la volatilidad de los energéticos afectan la seguridad energética.

Igualmente, factores socioculturalesy la aprobación de los ciudadanos a la construcción de infraestructura energética en sus regiones, al uso de ciertas tecnologías y/o energéticos, o a ciertas políticas energéticas, pueden influir en su viabilidad de largo plazo y por ende en la seguridad energética.

Otra dimensiones tales como la tecnología, eficiencia, resiliencia, salud, relaciones internacionales, seguridad nacional, etc. son muy relevantes para la seguridad energética y son ampliamente definidos en la literatura.

Para medir el nivel de seguridad energética de un país, se puede realizar a través de indicadores simples o multidimensionales que reflejen cada uno de los factores mencionados anteriormente, no obstante, los retos de política en los países son idiosincráticos y tienen que adaptarse a las circunstancias propias de cada región.

Y es allí donde recae la importancia del análisis multidimensional. Porque analizar una política de seguridad energética aisladamente desde un solo ángulo, y comparar esta con otros países sin tener en cuenta el contexto puede llevar a conclusiones equívocas. A manera de ejemplo, en el anterior boletín, Tomás González escribió:

“Europa cuenta con importantes reservas de gas por desarrollar que le darían para más o menos 14,5 años si mantuviera las tasas de producción actuales… y si bien estas reservas no le permitirían resolver la totalidad de sus problemas de seguridad energética, sí le ayudarían a mitigar la fuerte vulnerabilidad a la que hoy está sujeta. Sobre todo si además se tiene en cuenta el potencial de yacimientos no convencionales de países como Polonia, Francia o el Reino Unido.”

Si se analiza este problema de seguridad energética únicamente desde la dimensión de la disponibilidad de reservas, cobra sentido el argumento que la solución a este es que Europa explote sus reservas de petróleo y gas incluidos los no convencionales. No obstante, si se introducen otras dimensiones en la conversación, este argumento empieza a ser desafiado. Por ejemplo, si se involucra la dimensión sociocultural y las actitudes del público frente al fracking en el Reino Unido, se encuentra que el 45% del público se opone a esta tecnología mientras que solo un 17% la apoya, lo cual no favorece su explotación.

Aún más, desde la dimensión de tecnología y de eficiencia, medidas más realizables y con menor costo para la sociedad como las que sugiere ECIU de mejorar el aislamiento de un millón de hogares por año e instalar 600.000 bombas de calor al año, reduciría al menos en 20% la demanda de gas y generaría ahorros mensuales de 260 libras por mes en cada hogar del Reino Unido.

En cambio, iniciar la exploración de gas en el mar del norte solamente vería las primeras moléculas hasta el 2026 alcanzando un pico en el 2028 y, lo más relevante, no tendría impacto en los precios por lo que los consumidores seguirían consumiendo gas natural doméstico, pero aún costoso.

La solución a este problema (así como para muchos otros) yace en el medio, involucrando diferentes estrategias de política que consideren las diferentes dimensiones de la seguridad energética. Por ejemplo, la Agencia Internacional de Energía publicó un decálogo para reducir la dependencia de la Unión Europea al gas natural, y este contempla medidas para aumentar el almacenamiento de gas, acelerar la implementación de energéticos y tecnologías sustitutas del gas natural que redunden en la reducción del consumo de gas, proteger a los consumidores de los choques de precios y alentar cambios comportamentales, entre otros.

Y por supuesto, no podemos dejar de lado la política. La primera ministra de Escocia Nicola Sturgeon ha afirmado que el aumento del petróleo y el gas del Mar del Norte no es una solución a corto plazo para la dependencia de Europa de los suministros rusos, y en Whitehall el secretario de Energía y Negocios del Reino Unido Kwasi Kwarteng ha dicho que este problema no es de seguridad en el suministro sino de precios y que si bien apoyan la producción de fósiles en el mar del norte, éste no va a reducir los precios y que la solución de largo plazo es entre otros la diversificación y dejar de consumir gas natural.

¿Y el paralelo con Colombia?

Ciertamente es indiscutible que incrementar la certeza sobre la disponibilidad del gas y su seguridad en el suministro, bien sea nacional y/o importado, es quizá uno de los temas más relevantes en la seguridad energética nacional, pero como se evidenció en el ejemplo anterior, es necesario tener un enfoque multidimensional en la seguridad energética que vaya más allá de las reservas, que tenga en cuenta el contexto del país y sus particularidades, e involucre en cambio sus múltiples dimensiones tecnológica, sociocultural, precios, sostenibilidad, etc.

En conclusión, bienvenido el debate para incrementar la seguridad energética del país, pero evolucionemos en su discusión, involucremos a todo el sistema y sus diferentes energéticos y tecnologías, definamos indicadores multidimensionales que trasciendan criterios simples, y dejemos de gravitar en la discusión alrededor de las reservas como única dimensión de la seguridad energética.

*Investigador del Centro Regional de Estudios Energéticos. Ingeniero mecánico, Magister en economía de la Universidad de los Andes, MSc en economía y políticas de la energía de University College London.

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