Prioridades para Colombia después de Glasgow

El Centro Regional de Estudios de Energía presenta las prioridades que debería tener Colombia en su agenda energética después de Glasgow.

Por: TOMÁS GONZÁLEZ*

2 de noviembre de 2021.   Para muchos la COP26 en Glasgow fue un fracaso porque no aseguró la carbono neutralidad a 2050 que se necesitaría para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados centígrados. Para otros, hubo avances que mejoran significativamente los compromisos que se tenían.

En cualquier caso, el Gobierno de Colombia reafirmó en Glasgow su compromiso de carbono neutralidad a 2050, lo que debería determinar sus prioridades de trabajo hacia adelante y servir para dimensionar el tamaño y el tipo de esfuerzo requerido.

A continuación siete prioridades que debería tener Colombia en su agenda después de Glasgow:

1. Volver los anuncios planes concretos

La primera prioridad debe ser aterrizar los anuncios en planes concretos que den una idea clara de los esfuerzos que hay que hacer, los beneficios que se derivarán de ellos y el realismo de las metas escogidas. Esto, además, debería llevar a que los planes se construyan con el sector privado, principal responsable de las inversiones requeridas en descarbonización. 

2. Definir los mecanismos regulatorios para la transición energética

Hacer la descarbonización realidad requiere de mecanismos regulatorios concretos. El impuesto al carbono es la herramienta preferida por los economistas por sus ventajas en materia de eficiencia, pero también existen otras como mercados de emisiones, compensaciones, estándares técnicos y o medidas administrativas.

Colombia tiene un impuesto al carbono de 5 dólares por tonelada de CO2 emitida que no es consistente con los compromisos anunciados. Su ajuste a los niveles recomendados internacionalmente de 40-80 dólares por tonelada supone una discusión que es urgente dar en términos de realismo y credibilidad.

Lo mismo sucede con la base del impuesto donde hoy no se incluyen todos los fósiles y se excluyen los sectores responsables de dos terceras partes de las emisiones como residuos y agricultura.

Para los demás mecanismos regulatorios hay que dar discusiones similares.

3. Prepararse para la electrificación de la economía

Análisis de escenarios de futuro energético que ha hecho el CREE muestran una necesidad de electrificación de la economía que aumenta con el grado de ambición climática.

Descarbonizar la generación de electricidad es el primer paso para facilitar la descarbonización del resto de la economía. Pero el esfuerzo no es sólo de la oferta; la demanda también debe hacer inversiones para electrificar los procesos de producción que sean electrificables y elevar la eficiencia en el consumo de energía.

Esto requiere financiación, planes de trabajo con los consumidores —sobre todo los más vulnerables en industria, transporte y hogares— y un enorme esfuerzo para asegurar los permisos y licencias que han dificultado la expansión solar y eólica, sin dejar de lado el trabajo para garantizar la confiabilidad en el suministro dada la intermitencia de las energías de bajas emisiones. 

4. Mecanismos para la adopción acelerada de nuevas tecnologías

La transición energética es ante todo un cambio que se da a partir de la adopción de nuevas tecnologías de producción y consumo. La última década nos ha mostrado la capacidad que tienen los costos de producción de caer ante la innovación en los procesos de manufactura y los efectos de las economías de escala.

Ello es especialmente notorio en el caso de los paneles solares, pero también se ha dado en la generación eólica o en las baterías, con caídas que superan el 90%. Es de esperar que el hidrógeno siga un desarrollo similar en los próximos 10-15 años, lo mismo que la capacidad de almacenamiento de las baterías.

La gran ventaja de estas caídas es que reducen los costos del cambio y facilitan su adopción. No obstante, caídas en costos no significa que automáticamente puedan adoptarse en Colombia.

Hay que trabajar en tener las condiciones de inversión, los marcos regulatorios, el capital humano y los servicios de soporte requeridos. Es una oportunidad de oro para hacer un esfuerzo en ciencia, tecnología e innovación local que apalanque su adopción con programas piloto y desarrollos propios.

5. Asegurar la financiación para la transición energética

La magnitud del cambio requerido en la transición energética es tal que se requiere un esfuerzo similar en materia de inversión. Comparada con la inversión hecha en los últimos 5 años, los recursos de inversión en energía limpia que se necesitarían entre 2026-2030 es del doble para cumplir con los compromisos ya hechos y el cuádruple para la carbono neutralidad en 2050.

Cifras de tal magnitud suponen un esfuerzo muy grande tanto del sector privado como de los gobiernos. La Agencia Internacional de Energía estima que el 70% de esta inversión debe venir de fuentes privadas, lo que deja cerca de una tercera parte en manos de los gobiernos que deben, entre otras cosas, asegurar los recursos para mitigar los costos de la transición en países en desarrollo y que hasta ahora han incumplido desde la firma del acuerdo de París.

Cabe anotar que aunque los reflectores están puestos en la financiación de las energías limpias, también va a necesitarse una financiación significativa en fósiles. Esto es especialmente problemático porque las fuentes de financiamiento están alejándose del carbón y los hidrocarburos, pero es imposible, sin la adecuada financiación, sostener la producción de energía de estas fuentes en los niveles requeridos para la transición.

6. Establecer la ruta para la transición fiscal

Colombia tiene una enorme deuda social por atender. No sólo más de la cuarta parte de la población vive en condiciones de pobreza, sino que tiene una de las 15 peores distribuciones del ingreso en el mundo. Solucionarlo requiere cuantiosas inversiones públicas en educación, salud e infraestructura, que dependen de la financiación disponible.

Los fósiles son los sectores que más tributan en Colombia por unidad de producto. Por cada peso de aporte fiscal que hacen los hidrocarburos, el resto de sectores económicos —con excepción de los minerales metálicos— aporta menos de 40 centavos.

Una transición energética que marchite los fósiles sin sustituir los ingresos fiscales que generan nos condenarían a desatender muchas de las necesidades más apremiantes de desarrollo.

7. Establecer planes de apoyo para los afectados

Con la transición energética habrá grupos específicos que van a verse significativamente afectados. Fundamentalmente aquellos que derivan su sustento de los sectores que van a marchitarse con la descarbonización y que deben entonces encontrar nuevas fuentes de ingreso. Muchos tienen una vulnerabilidad económica que, en ausencia de planes específicos de apoyo, va a hacerles muy difícil la transición productiva.

Un ejemplo son los productores de carbón del interior del país, que son el centro de la vida económica en decenas de municipios. Los datos muestran como sus ingresos están muy por encima de trabajos comparables en zonas rurales, que es donde se desarrolla su actividad.

Pero no es sólo un tema de ingresos: quienes trabajan en el sector carbón son más propensos a tener contratos escritos a termino indefinido y a incluir prestaciones. Es empleo de mayor calidad.

No tener planes de transición productiva realistas para pequeños productores, microempresarios y todos aquellos que le proveen bienes y servicios a los sectores que van a ir desapareciendo es una receta para el fracaso y para hacer mucho más difícil la descarbonización.

8. Incorporar las preferencias de los electores

Los últimos meses han visto una escalada en los precios de la energía en varias partes del mundo. Esto ha disparado las alarmas de los gobiernos a tomar medidas de emergencia, algunas inútiles o peligrosas para el adecuado funcionamiento de los mercados.

En Estados Unidos, el presidente Biden, líder en la lucha global contra el cambio climático, va liberar reservas estratégicas de crudo y a pedirle a la OPEC que aumente la producción de petróleo para aliviar los altos precios que enfrentan sus gobernados en las estaciones de servicio.

En Europa, donde los problemas de suministro de gas y poco viento para la generación eólica tienen los precios de la electricidad en máximos históricos, el gobierno socialista de España, abanderado también de lucha contra el calentamiento global, les ha puesto techo a los precios, quitado los impuestos y aumentado los cupos de emisiones para energía menos limpia.

Estos ejemplos reflejan la sensibilidad de los votantes a los  precios de la energía y el temor de los gobernantes a las protestas, el descontento y la pérdida de gobernabilidad. Son episodios que deben servir de alerta en Colombia.

Si no se pone la confiabilidad y una relativa estabilidad de precios en el centro de la transición, la agenda de descarbonización va a ser más difícil de sacar adelante y puede terminar en las garras del populismo.

*Director del CREE

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