Transición y seguridad energética en tiempos de guerra y pandemia

Columna del Ministro de Minas y Energía, originalmente publicada en el diario El Tiempo.

Por: DIEGO MESA*

3 de marzo de 2022.    El turbulento inicio de la tercera década del siglo XXI se ha encargado de recordarle al mundo la importancia del sector energético, así como su vulnerabilidad y resiliencia ante factores exógenos, la cual usualmente se ve reflejada en una significativa pero explicable volatilidad en los precios.

La pandemia de covid-19 nos mostró cómo la demanda mundial de crudo podía sufrir una contracción del 30 por ciento de un día para otro. Ese choque de demanda coincidió con una guerra de oferta entre Rusia y Arabia Saudita, el segundo y tercer productor de crudo del mundo, respectivamente, lo cual llevó a que, durante las épocas de las cuarentenas más estrictas, los precios internacionales del crudo colapsaran, incluso llevando a los contratos futuros a terrenos negativos en abril 2020. Nunca antes en los mercados financieros se había dado una situación en la que un agente estuviera dispuesto a pagarle a otro para entregarle crudo en una fecha futura.

Después de la pandemia y el despliegue de la vacunación masiva vino la reactivación económica, lo cual generó un incremento acelerado en la demanda de energía eléctrica e hidrocarburos en 2021.

En algunos países europeos, que venían avanzando de manera apresurada en reemplazar fuentes de generación fósiles por alternativas más limpias, la mayor demanda de energía coincidió con épocas de menor viento, menor radiación solar y por ende menor capacidad de generación de energía renovable. El resultado fue un incremento desproporcionado en el precio del gas natural importado, el cual se utiliza, entre otras cosas, para generación térmica. En países como España, Portugal, Francia y Alemania el precio del megavatio/hora alcanzó niveles de más de 300 euros a finales de 2021, entre 15 y 20 veces más de lo que valía en Colombia a precios de conversión para la misma época.
A medida que se reactivaba el mundo en 2021, el precio del petróleo iba recuperando el terreno que había perdido en 2020, y el 2022 empezaba con una expectativa optimista de entre 70 y 80 dólares el barril.

Sin embargo, a medida que transcurría febrero se fueron acrecentando las tensiones entre Rusia y Ucrania, lo que finalmente desembocó en una invasión militar rusa y una guerra que todavía no sabemos en qué va a terminar. Como resultado, el precio del crudo ya superó la barrera de los 110 dólares el barril y Europa se enfrenta a la incertidumbre energética más grande de su historia, a raíz de su dependencia del gas natural ruso.

Estos acontecimientos nos deben llevar a valorar las acciones que ha tomado el gobierno del presidente Iván Duque en materia de transición y seguridad energética, y a reflexionar sobre el futuro.

En primer lugar, hemos realizado una de las transiciones energéticas más audaces de la región, diseñando e implementando una ambiciosa política pública para que el sector privado incorpore masivamente a la matriz eléctrica fuentes de energía solar y eólica, las cuales eran prácticamente inexistentes en 2018. En lo que va corrido de gobierno, hemos adjudicado proyectos por más de 2.800 megavatios y 3.000 millones de dólares, multiplicando por 100 veces la capacidad instalada que había en 2018.

Esta apuesta por las energías renovables la hemos hecho de manera responsable, asegurándonos también de contar con nuevas fuentes de generación hidráulica y térmica que le den respaldo al sistema, para que el país nunca tenga que enfrentar situaciones como las vividas en Europa a finales de 2021 y principios de 2022.

En segundo lugar, y en aras de proteger nuestra soberanía energética y estabilidad macroeconómica, hemos reactivado el sector de hidrocarburos con la firma de 69 nuevos contratos de exploración y producción con inversiones por más de 3.500 millones de dólares, después de que recibimos un sector que en 2018 llevaba más de 4 años sin firmar nuevos contratos.

Avanzamos también de manera decidida en exploración de hidrocarburos costa afuera y en los pilotos de investigación en yacimientos no convencionales, prospectos que podrían añadir varias décadas más a nuestras reservas de crudo y gas, que hoy están en 6,2 y 7,7 años respectivamente, para que Colombia no tenga que depender de otros países como les ocurre hoy a tantas naciones europeas con Rusia.

Finalmente, hemos fortalecido y apoyado la transformación de Ecopetrol, nuestra principal empresa y uno de los mayores conglomerados energéticos de la región, que justo esta semana entregó los mejores resultados económicos de su historia, pese a los bloqueos criminales durante el paro nacional.

Los colombianos debemos unirnos en torno al sector energético, exigir que se siga consolidando la transición energética, incorporando nuevas fuentes como el hidrógeno limpio y proyectos eólicos costa afuera, a los cuales les dejamos hojas de ruta para los próximos 30 años.

Igualmente, debemos defender férreamente el sector petrolero de amenazas populistas y electoreras que atentan contra nuestra seguridad energética y el bolsillo de todos los colombianos.
*Ministro de Minas y Energía de Colombia. Es economista, experto en diseño y formulación de políticas públicas para el sector mineroenergético, y cuenta con una maestría en Economía de la Universidad de McGill en Canadá.

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