El carbón en su encrucijada

El carbón en Colombia, que representa el 56% del PIB minero y el 1,5% del total, y siendo el sexto mayor exportador de este mineral, después de Indonesia, Australia, Rusia, Suráfrica y EEUU, no está pasando por su mejor momento.

Por: AMYLKAR D. ACOSTA*

Como todos los commodities, los precios internacionales del carbón tienen un comportamiento cíclico, alternándose los precios altos con los bajos. Fue así cómo pasó de un mínimo de US $38,6 la tonelada en mayo de 2020, a la cima de su máximo histórico de los US $457,80 la tonelada en septiembre de 2022, aupado por la crisis que desató la invasión de Rusia a Ucrania y las consiguientes sanciones a Putin por parte de la OTAN.

Contrariamente a las previsiones de la Agencia Internacional de Energía (AIE), lejos de aplanarse la curva de demanda de carbón a nivel mundial, en los tres últimos años esta viene de récord en récord, así: 8.350 millones de toneladas en 2022, 8.530 millones en 2023 y 8.771 millones en 2024. Y la AIE prevé que “la producción mundial se mantendrá estable en torno a los 9.000 millones de toneladas para 2027”.

De manera que mientras el presidente Petro, pensando con el deseo, afirma que según “las últimas cifras del DANE nos muestran que hay una caída del carbón; le echarán la culpa a Petro, pero es que el mundo ya no compra carbón”, para el director de Mercados Energéticos de la AIE, Keiduke Sadamori, si bien “el mundo está a punto de alcanzar un máximo en el uso de combustibles fósiles y el carbón será el primero en disminuir, aún no hemos llegado a ese punto”. 

Ello se explica en gran medida porque uno de los grandes consumidores de carbón como China tuvo en 2023 el mayor aumento en su capacidad instalada de energía desde 2016, con 44 GW netos (más del doble de toda la capacidad instalada de generación de Colombia), todos a carbón.

En total, en 2023 el mundo puso en funcionamiento 69,5 nuevos GW de generación a carbón y solo pasaron a mejor vida 21 GW. 

Como queda visto, el problema que afronta la producción de carbón en Colombia no obedece a la caída de la demanda, sino que sus exportaciones se han visto desplazadas de sus dos principales mercados. Del de EEUU, que era el primero, debido a la sustitución promovida por el presidente Obama del carbón por gas natural barato, gracias a la revolución de los esquistos; y del de la Unión Europea, el segundo mercado en importancia, en donde EEUU se nos convirtió en competidor. 

Le tocó, entonces, a Glencor, que opera El Cerrejón en La Guajira y Drummond en sus minas Pribbenow y El Descanso en el Cesar, que son los principales productores de carbón térmico, por fuerza de las circunstancias, migrar hacia el mercado asiático asumiendo unos mayores fletes, los cuales son críticos en este negocio.

Y mientras tanto, en Colombia, durante este gobierno, le aumentaron la carga impositiva, elevando sus costos operacionales y de contera afectando su competitividad. Así se explica que Colombia, después de exportar 90 millones de toneladas en 2017, en 2024 exportó 64,6 millones de toneladas, al tiempo que el precio cayó el 28% con respecto al año anterior.

La descolgada de los precios y los mayores costos en los que están incurriendo llevó a ambas empresas a ajustar su producción a la baja en respuesta a las condiciones cambiantes del mercado.

Además, desde bien temprano, este Gobierno tomó la decisión similar a la industria de los hidrocarburos de darle un no rotundo a los nuevos proyectos de explotación de carbón a gran escala, máxime si es a cielo abierto, lo cual lo llevó a congelar los dos títulos mineros en el Cesar que le devolvieron al Estado PRODECO – GLENCOR, renunciando a la producción y exportación de 15 millones de toneladas, a lo cual se vino a sumar la absurda decisión de prohibir la exportación de carbón a Israel. 

Colombia, a propósito, se ha quedado con el pecado y sin la gracia, porque, si bien es loable el propósito de abstenerse de extraer y exportar carbón como una contribución a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el mismo no se logra porque el consumo sigue creciendo y viene de récord en récord. Se cumple así la Ley de Keynes según la cual toda demanda crea su propia oferta. En consecuencia, el carbón que no extrae ni exporta Colombia lo extraen y exportan otros, nuestros competidores.

Con el marchitamiento prematuro de los hidrocarburos y el carbón, el país está renunciando a su principal fuente de financiamiento, no solo del presupuesto general de la Nación y de las entidades territoriales, sino también del financiamiento de la propia transición energética de la que tanto alardea, más de lo que hace, el Gobierno, porque, como solemos decir los economistas, no hay almuerzo gratis y la transición energética cuesta y siempre se ha dicho que las correas salen del cuero.

A propósito, en la Cumbre de Seguridad Energética que se realizó en Londres, el director Ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, dejó claramente establecidas tres reglas de oro para lograr la seguridad energética, y la primera de ellas es la que establece que “un sector como el energético, que requiere inversiones masivas y apuestas a muy largo plazo, no puede verse sometido a la continua alteración de las reglas de juego que se está produciendo en la actualidad”. Este es el caso de Colombia.

*Exministro de Minas y Energía y miembro de Número de la ACCE.