El papel crucial del GNL en la transición energética y el camino a seguir

En el cambiante panorama energético mundial, el gas natural licuado (GNL) ha emergido como un actor central. Su papel en la reducción de la brecha entre los combustibles fósiles tradicionales y las fuentes de energía renovables es innegable.

Por: NOBUO TANAKA*

En un momento en que las naciones se enfrentan a la urgente necesidad de contar con energía más limpia y, al mismo tiempo, garantizar la estabilidad y el crecimiento económicos, el GNL ofrece una solución viable.

Sin embargo, esta transición no consiste simplemente en sustituir una fuente de energía por otra, sino en una revisión integral de nuestra infraestructura y nuestras políticas energéticas. Las inversiones en energía renovable, baterías y vehículos eléctricos son indicadores cruciales y tranquilizadores de un compromiso más amplio con la sostenibilidad.

De la misma manera que Europa se embarcó en la búsqueda de fuentes de gas alternativas tras los conflictos geopolíticos, las economías asiáticas también enfrentan la necesidad apremiante de GNL y combustibles más limpios para sustentar su rápido crecimiento económico en las próximas décadas.

Sin embargo, el sentimiento que prevalece hoy en el sector financiero sugiere que podría ser necesario un plazo más largo para la transición energética. La seguridad energética sigue siendo una prioridad máxima a nivel mundial y esta realidad no se puede ignorar.

El debate sobre el trilema energético (equilibrio entre seguridad energética, sostenibilidad y asequibilidad) está siempre presente. Por ejemplo, la conectividad de la red eléctrica regional es un tema fascinante.

Europa desarrolla activamente la conectividad de la red para mejorar la seguridad energética, lo que también impulsa la sostenibilidad al ampliar el mercado y mitigar la intermitencia de la energía solar y eólica. Un mercado más grande puede llenar los vacíos y proporcionar energía más asequible, un modelo del que Asia puede aprender. Por supuesto, superar los intereses divergentes de los países individuales es un desafío, pero las experiencias de Europa en el equilibrio entre asequibilidad, seguridad y sostenibilidad ofrecen lecciones valiosas para el mercado energético asiático.

Es fundamental comprender el contexto más amplio de la transición energética. El reconocido académico y profesor Vaclav Smil destaca que cada iteración de la transición energética lleva más tiempo que la anterior. Desde el carbón que sustituye a la madera, al petróleo que sustituye al carbón, y luego al gas natural que sustituye al petróleo y otras fuentes, cada cambio se ralentiza progresivamente.

Ahora, el desafío es aumentar la proporción de energías renovables en la matriz energética a una velocidad sin precedentes. Se espera que el sector nuclear, al que el profesor Smil califica de «fracaso exitoso», desempeñe un papel complementario. Pero ¿podemos lograr de manera realista esta transición acelerada? ¿Y puede el planeta permitirse el lujo de esperar?

Extender el plazo para la transición energética y apuntar a cero emisiones netas en la próxima década podría facilitar una transformación más fluida del sector energético. Sin embargo, esta extensión conlleva riesgos. No debemos caer en la complacencia. Es necesario impulsar con urgencia la innovación y la inversión en áreas necesarias. Para equilibrar los avances tecnológicos, las consideraciones de oferta y las reducciones de emisiones se requiere un enfoque multifacético. Los gobiernos deben crear un entorno propicio, siendo la regulación y la fijación de precios del carbono dos pilares fundamentales.

Japón es un ejemplo notable. El país aspira a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050 y recientemente ha introducido un precio al carbono, con planes de aplicar un recargo al carbono a las empresas de servicios públicos y a los importadores. Esto refleja el éxito anterior de Japón con el GNL. Hace cincuenta años, cuando Japón empezó a importar GNL de Alaska, los costos eran altos y pocos creían en su viabilidad como alternativa al gas por gasoducto. Hoy, el GNL es un producto preciado, gracias a un mercado regulado.

El futuro de la transición energética depende de la ampliación y financiación de las tecnologías existentes. Las tecnologías que probablemente se comercialicen en la próxima década (hidrógeno, transporte, almacenamiento, baterías y pequeños reactores modulares) ya están disponibles. El desafío consiste en implementarlas a gran escala. Si bien los gobiernos están interesados ​​en financiar la investigación y el desarrollo de tecnologías innovadoras, ahora deben centrarse en brindar un apoyo financiero sustancial para su implementación, lo que requiere mucho más que inversión en I+D.

El potencial de la captura directa de aire (DAC) es apasionante. Si los costos de la DAC se reducen lo suficiente, podría simplificar la descarbonización de industrias pesadas como la del acero y el cemento. Además, la fusión nuclear es prometedora. Con numerosas pequeñas empresas de fusión comercial que surgen en los EE. UU., Europa, Japón y otros lugares, existe la esperanza de que alguna de ellas tenga éxito. Un proyecto de fusión exitoso en las próximas décadas revolucionaría la generación de energía y redefiniría nuestro paradigma energético.

Si bien el GNL desempeña un papel fundamental en la transición energética, es esencial adoptar un enfoque equilibrado que incluya inversiones significativas en energía renovable y tecnologías innovadoras. El camino a seguir requiere colaboración, innovación y un compromiso firme con la sostenibilidad.

*Ex director Ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía. (Tomado de Energy Connects)