El hidrógeno es una opción a la que varios sectores de la economía pueden optar para disminuir su huella de carbono, pero este mercado se enfrenta a retos que requieren replantear su enfoque.
Por: MÓNICA TORRES SIERRA*
El hidrógeno ha sido considerado una alternativa para el logro de los objetivos de descarbonización porque su uso final no genera dióxido de carbono. Sin embargo, el mercado del hidrógeno enfrenta múltiples retos técnicos, jurídicos y financieros que ponen en riesgo el despliegue de su desarrollo y que obligan a replantear la estrategia.
Si bien el uso del hidrógeno como fuente de energía térmica en procesos industriales, energía eléctrica, combustible, vector energético para almacenar y transportar energía y como agente reductor no es nuevo, el mercado del hidrógeno está todavía por desarrollarse a nivel global y local.
La asignación de fondos es fundamental para facilitar inversiones en proyectos en toda la cadena de valor del hidrógeno que permitan la creación de un mercado líquido y competitivo, y garanticen su sostenibilidad financiera, pero dichos fondos deben focalizarse estratégicamente.
La Agencia Internacional de Energía afirma que, si bien hay un aumento en el consumo de hidrógeno, este se debe a las tendencias de consumo de los sectores tradicionales como la industria petrolera para la actividad de refinación, la industria química para la producción de fertilizantes y, en menor proporción, la industria metalúrgica para la producción de acero.
Así, las políticas que se han creado en los últimos años para promover el hidrógeno para descarbonización todavía no generan cambios ni aumentos en el consumo de la molécula.
Además, la Agencia afirma que el interés en el desarrollo de proyectos de hidrógeno y sus derivados en toda la cadena de valor ha aumentado, pero todavía hay un rezago en su financiación.
Pese a que cada año aumenta el anuncio de proyectos a nivel global, aproximadamente solo el 4% de los proyectos toman una decisión final de inversión, y de estos solo entre el 10% y el 12% logran ser puestos en operación.
La dificultad para lograr el cierre financiero de los proyectos se debe, entre otros, a la falta de certeza que tienen los inversionistas sobre las bondades del hidrógeno.
Si bien el hidrógeno al ser usado no es contaminante, la intensidad de las emisiones durante su producción varía de manera importante dependiendo de la ruta de producción, así como se ve influenciada por el método de transporte utilizado, por lo que es necesario cuantificar sus efectos en las emisiones.
Esta tarea se dificulta por la falta de estandarización en los esquemas de certificación de origen que permitan identificar la trazabilidad de la reducción de emisiones del hidrógeno.
Por otro lado, aun cuando el hidrógeno es versátil, la tendencia en la promoción en su uso se focaliza en sectores en los que los sustitutos energéticos provienen de fósiles y la electrificación no es una opción. Esto ocurre porque, entre otros, la producción de hidrógeno implica el uso de otros recursos de vital importancia, como la energía eléctrica y el agua.
Recuérdese que la actividad de producción de hidrógeno es electro-intensiva. El hidrógeno usualmente está combinado con otros elementos como metano, oxígeno, carbono y otros hidrocarburos y minerales. El proceso de separación para disponer de la molécula requiere de altas cantidades de energía eléctrica. Además, el agua se requiere para el proceso de electrólisis, así como para la generación de vapor para producir hidrógeno con gas natural.
Así, el consumo de hidrógeno y sus derivados requiere la planeación del uso de los recursos necesarios para producirlo.
La Agencia Internacional de Energía Renovable afirma que en el escenario que busca limitar el aumento de la temperatura media mundial en 1,5°C por encima de niveles preindustriales en el 2050, el uso de hidrógeno bajo en carbono y sus derivados, incluyendo combustibles sintéticos y fertilizantes, aportaría a la reducción del 12% de las emisiones, frente a un 25% de la generación de energía renovable, el 25% de medidas de eficiencia energética, y un 19% de la electrificación de varios sectores de uso final.
Así, el hidrógeno no es el salvador, pero sin duda alguna aporta a la descarbonización, siempre y cuando se incentive la creación de demanda, particularmente, para nuevos usos.
En consecuencia, el despliegue del mercado del hidrógeno nos obliga a priorizar el destino de los recursos para viabilizar más proyectos en sectores de alto consumo energético y difícil electrificación.
Esto requiere la creación de políticas que incentiven y promuevan inversiones que son necesarias para hacer cambios tecnológicos que viabilicen el consumo del hidrógeno y sus derivados.
La discusión actual alrededor de esta molécula ya no se centra en su versatilidad o en su clasificación por colores, sino en promover su producción y uso en sectores estratégicos, implementando mecanismos para calcular la huella de carbono durante el proceso de producción y transporte del hidrógeno y sus derivados.
*Abogada con más de 12 años de experiencia en el sector energético. Actualmente desempeña su práctica como Counsel del área de Energía & Cambio Climático.