Sudamérica reconfigura su mapa gasífero: una carrera contrarreloj

Argentina tiene el potencial, Brasil la demanda y Bolivia el desafío más urgente. Así se desprende del informe “El gas argentino frente a la transición global extendida”, elaborado por Nicolás Di Sbroiavacca, de la Fundación Bariloche.

El mundo avanza hacia la descarbonización, pero la transición energética está lejos de ser lineal. Mientras las grandes potencias intentan dejar atrás los combustibles fósiles, el gas natural —menos contaminante que el carbón y con capacidad de respaldar a las renovables— se ha convertido en el combustible puente de la próxima década.

En este escenario, Sudamérica atraviesa una transformación profunda en el sector del gas natural: viejos productores entran en declive, nuevos actores emergen con fuerza y otros países buscan capitalizar una ventana de oportunidad que podría cerrarse mucho antes de lo esperado.

Hoy, el mapa gasífero regional vive un reordenamiento histórico donde Argentina, Bolivia y Brasil son los protagonistas. Cada uno enfrenta desafíos radicalmente distintos, con estrategias que reflejan no solo su realidad energética, sino también su capacidad para atraer inversiones, expandir infraestructura y sostener políticas de largo plazo.

Una transición global que redistribuye las cartas

El mercado internacional del gas atraviesa tensiones y reacomodamientos acelerados. La guerra entre Rusia y Ucrania obligó a Europa a reducir su consumo de gas en un 20% y diversificar proveedores a una velocidad inédita. Estados Unidos, Qatar y África Occidental incrementaron sus envíos de GNL, mientras nuevas regiones productoras —como Guyana, Surinam y Namibia— pasaron a un primer plano gracias a descubrimientos millonarios en reservas.

En paralelo, organismos como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) coinciden en que, incluso bajo escenarios Net Zero, el gas mantendrá un rol relevante hasta 2040–2050.

El consumo caerá en economías desarrolladas, pero crecerá en Asia y países emergentes donde sigue sustituyendo carbón. En América Latina, la penetración del gas continúa ampliándose, especialmente en Chile, Brasil y Argentina.

Ese contexto abre una ventana de entre 15 y 25 años para monetizar reservas, particularmente en países que cuenten con infraestructura y marcos regulatorios adecuados. Y es allí donde Sudamérica muestra sus contrastes más marcados.

Argentina: de importador crónico a polo exportador

Ningún país de la región vive una transformación tan acelerada como Argentina. Su formación Vaca Muerta —una de las mayores reservas de shale gas del mundo— ya aporta más del 70% de la producción nacional y proyecta un salto exportador sin precedentes.

Con más de 31 terapiés cúbicos (TCF) de reservas certificadas y más de 200 TCF de recursos prospectivos, Argentina se perfila como un proveedor clave de gas por dos vías:

  • Gasoductos regionales hacia Chile, Uruguay y Brasil.
  • Exportación de GNL a mercados globales mediante unidades flotantes (FLNG) y futuras plantas en tierra.

Los planes de Argentina LNG, impulsados por YPF junto a Shell, ENI, PAE y Golar, proyectan producir entre 20 y 30 millones de toneladas métricas por año (MTPA) hacia 2032, con potencial de generar ingresos superiores a los USD 15.000 millones al año.

Pero la oportunidad viene acompañada de una advertencia: las reservas probadas alcanzan para apenas 8 a 20 años según los escenarios de consumo y exportación. Para sostener el crecimiento, el país deberá invertir entre USD 10.000 y 15.000 millones anuales en exploración y desarrollo durante las próximas dos décadas.

El cuello de botella es claro: sin ampliar la infraestructura de transporte y avanzar en nuevos descubrimientos, la transición de Argentina a un actor global del gas podría frenarse abruptamente.

Brasil: potencia energética con una paradoja interna

Brasil es la economía más grande de Sudamérica y uno de los mayores consumidores de gas del continente. Sin embargo, enfrenta una paradoja difícil de resolver: es un país con abundantes recursos offshore —especialmente en el presal— pero con limitaciones para transportar ese gas al continente.

Esto obliga a Brasil a depender de:

  • GNL importado en terminales costeras.
  • Gas boliviano proveniente del GasBol.

Ante el declive de Bolivia y su mayor demanda interna, Brasil ha redoblado su interés en el gas argentino. Ya se concretaron exportaciones piloto desde Vaca Muerta a través de la red boliviana, y la expectativa es que los envíos escalen hasta 30 MMm³/día hacia 2030.

La Empresa de Pesquisa Energética (EPE) incorporó en su Plan Nacional de Infraestructura Gasífera 13 proyectos prioritarios, donde destaca la conexión entre Uruguayana y Triunfo como vía clave para futuros volúmenes argentinos.

Bolivia: del liderazgo histórico a un punto de inflexión

Durante las últimas dos décadas, Bolivia fue el epicentro gasífero regional. Sus exportaciones abastecieron a Brasil y Argentina, generando ingresos estratégicos para su economía. Pero ese liderazgo está en riesgo.

En los últimos diez años, las reservas y la producción bolivianas han mostrado un declive sostenido. Las nuevas exploraciones impulsadas por el Plan de Reactivación del Upstream (PRU) buscan revertir la tendencia y han logrado dos hallazgos relevantes —Remanso-X1 y Mayaya Centro-X1 IE— aunque insuficientes, por ahora, para garantizar un giro estructural.

Consultoras como Wood Mackenzie advierten que, sin descubrimientos significativos, Bolivia podría enfrentar un escenario crítico: tener que importar gas antes de 2030, incluso para abastecer su propio mercado interno.

Además del reto geológico, Bolivia enfrenta desafíos regulatorios. La reforma a la Ley de Hidrocarburos será clave para atraer inversión extranjera y revitalizar su upstream.

Competencia, integración y urgencias

La reconfiguración gasífera sudamericana está impulsada por tres fuerzas principales:

1. Competencia internacional por mercados: Argentina busca posicionarse como proveedor global de GNL, Guyana y Surinam avanzan con proyectos offshore y Brasil compite por atraer inversiones y diversificar su oferta.

2. Integración energética creciente: El interés brasileño en el gas argentino abre una ventana para una red regional más robusta. Chile ya depende de importaciones argentinas en varios períodos del año, mientras Uruguay se beneficia de la flexibilidad del sistema argentino.

3. Necesidad urgente de inversiones: El potencial exportador argentino requiere miles de millones en nuevos gasoductos y plantas de licuefacción. Bolivia necesita capital para sostener su mercado interno. Brasil busca equilibrar importaciones con producción del Presal.

Un puente con fecha de vencimiento

Sudamérica enfrenta una oportunidad histórica en medio de la transición global. La región puede transformarse en un bloque energético competitivo, capaz de abastecer mercados lejanos y fortalecer su integración interna.

Pero la ventana es limitada. El gas seguirá siendo relevante durante los próximos 15 a 25 años, pero el avance de las energías renovables, el hidrógeno y las políticas de descarbonización acelerarán la reducción de su protagonismo.