Con la declinación de los campos de gas de La Guajira y del pie de monte llanero pasamos de un mercado de abundancia a otro de escasez. En los últimos 15 años (2007–2022) las reservas de gas han caído 50%, situándose en los 2,3 TPC, que a duras penas alcanzarían para 6 años.
Por: AMYLKAR D. ACOSTA*
El gas natural irrumpe en la escena energética mundial con la segunda transición energética que tuvo su detonante en la Guerra del Yom Kipur (octubre de 1973), cuando el embargo petrolero de los países árabes en contra de los aliados de Israel, llevó a estos a diversificar la matriz energética incorporando a la misma tanto al gas como el carbón, que desde entonces empezó a vivir su segunda juventud.
Y ello al tiempo que las 7 hermanas, que era como se conocían las mayores empresas petroleras en el mundo convinieron también en diversificar su portafolio de inversiones, apostándole a la industria del gas y del carbón.
Ello explica la asociación de la multinacional petrolera Texas con Ecopetrol (1974), para explorar y explotar el gas natural en Colombia, que derivó en el hallazgo del más importante yacimiento de gas en La Guajira, al tiempo que otra petrolera, la EXXON, a través de su filial INTERCOR, se asoció con Carbocol (1976) para explorar y explotar el mayor yacimiento de carbón a cielo abierto en el país, El Cerrejón.
El descubrimiento de gas natural offshore en La Guajira se dio en el momento que el país más lo necesitaba, dado que en 1975 Colombia había perdido la autosuficiencia petrolera y había pasado de ser exportador a importador neto de crudo, a precios exorbitantes cuando se les compara con los precios a los que exportó.
Juan Francisco Villarreal, por aquellas calendas presidente de Ecopetrol, acuñó la frase de que Colombia no tenía naranjas (petróleo) pero tenía limones (gas) e inspiró la estrategia de reemplazar por gas natural como combustible de las centrales térmicas de generación en la región Caribe al fueloil y las cantidades de este que se liberaron se exportó, con tanto éxito que se convirtió en el segundo renglón de exportación después del café.
Con gran visión de futuro, el ex ministro de Minas y Energía Guillermo Perry Rubio (1986–1988), planteó su política de ‘Gas para el cambio’, tendiente a masificar el consumo del gas en Colombia para distintos usos (domiciliario, vehicular, generación de energía e industrial), sustituyendo energéticos más escasos, costosos y contaminantes. De esta manera, Colombia se adelantó a la Transición Energética, hoy en boga, que contempla al gas natural como el energético de la Transición. Lo demás es historia.
Colombia recobró su autosuficiencia petrolera diez años después, con el hallazgo de petrolero y con él gas asociado en Caño Limón primero y posteriormente con Cusiana, Cupiagua, Pautó y Volcaneras en el pie de monte llanero, que sirvieron de nuevas fuentes de gas.
Pero, como dice el adagio popular, todo lo que comienza como chorro termina goteando, máxime cuando se trata de un recurso natural no renovable, expuesto a su agotamiento.
Con la declinación de los campos de gas de La Guajira y el pie de monte llanero pasamos de un mercado de abundancia a otro de escasez y en esas estamos. En los últimos 15 años (2007–2022) las reservas de gas han caído 50%, situándose en los 2,3 TPC, que a duras penas alcanzarían para 6 años, y con ellas ha caído también la producción el 9% entre junio de 2023 y junio de este año, pasando de 1.170 MMPCD a 900 MMPCD.
Según la directora del Gestor del Mercado de Gas Natural de la Bolsa Mercantil de Colombia, se prevé que el potencial de producción caerá el 19,8% entre 2024 y 2026. Y como la demanda crecerá hacia el futuro, como sustituto del carbón y de los combustibles líquidos, para 2025 se estima un déficit del 12% (120 MMPCD) y para 2026 de 35% (350 MMPCD). Déficit que tendrá que cubrirse con importaciones.
No obstante, el negacionismo del ministro de Minas y Energía Andrés Camacho lo llevó a decir que “no es cierto que vayamos a tener escasez de gas los próximos años, no hay ninguna crisis energética y no estamos ante un riesgo inminente de desabastecimiento, razón por la cual no hay ningún traslado de costos adicionales a los usuarios”.
Por su parte, el presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) Orlando Velandia afirmó sin pestañear que “estamos viendo es que algunos agentes están contratando más del gas que realmente necesitan. Esto deja a otros sectores, como el residencial o el parque térmico, sin posibilidad de acceder al recurso”. Es decir, que para ellos se trataba de un caso de acaparamiento y no de escasez.
Pero a poco andar se convencieron de que, como lo afirmó la presidente de Naturgas Luz Stella Murgas, “el déficit del gas natural es una realidad, no es una narrativa”, y terminaron retractándose y dando su brazo a torcer, expidiendo, a instancia del ministro, el decreto que habilita y hace posible las importaciones.
Ahora el Gobierno se ha ido al otro extremo. El presidente Gustavo Petro ha considerado como estratégico contar con otra u otras regasificadoras que convertirán “el gas natural licuado en gas listo para su distribución reduciendo la dependencia de importaciones y estabilizando el precio interno”.
Por Dios, pero de donde va a salir el gas licuado si no es de importación, para transformarlo en “gas listo para su distribución”. Y, además, será que importando gas licuado vamos a reducir la dependencia del mismo, considerado como estratégico para el sector energético y para la economía nacional.
Definitivamente, este Gobierno es tan errático como despistado, a toda hora dando señales equívocas y equivocadas al mercado.
A propósito de los mensajes oficiales, viene como anillo al dedo una frase atribuida al ex presidente de Estados Unidos Harry Truman: ¡Si no puedes convencerlos, confúndelos!
*Exministro de Minas y Energía y miembro de Número de la ACCE.