Un panorama desalentador fue el que pintaron los participantes del primer foro del Segundo Colombia Green Energy Summit. El tiempo pasa y las soluciones no llegan.
En la apertura de la segunda Cumbre de Colombia Energía Verde, que se realizó en Bogotá el 12 y 13 de marzo, el director de la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), Adrián Correa, reconoció que el sector eléctrico del país vive en un estado de esquizofrenia.
Al hacer una autocrítica a la planeación energética, Correa señaló que “tenemos tres señales, por un lado, las asignaciones de energía firme, por otro lado tenemos el proceso de conexiones y por otro el plan de expansión de generación, y parece que cada una va con una lógica diferente, por eso hablo de una especie de esquizofrenia.”
Agregó que: “Hay una desconexión entre estos mundos, y es una autocrítica a la UPME, que no está haciendo su papel como planeador, tal vez porque no ha existido la herramienta para hacerlo de una manera un poco más ordenada y coherente… No hemos podido sintonizar y sincronizar esos procesos.”
Y los resultados están a la vista. En el mismo foro, el presidente del Grupo Energía Bogotá, Juan Ricardo Ortega, señaló que el 83 por ciento de los proyectos eléctricos en el país no llegan a materializarse. Especialmente mencionó los de transmisión, de los cuales dijo que hay proyectos desde 2015 que no han entrado al sistema.
En este tema, los proyectos más grandes son los de Colectora y Cuestecitas, que deberían traer la energía renovable generada en la costa Caribe, especialmente en La Guajira, pero que han sufrido retrasos por temas de comunidades. Ortega recordó que cuando se hizo Chuchupa y Ballena en los años setenta, Chevron realizó 24 consultas previas; para el proyecto Colectora se realizaron cerca de 220.
El ejecutivo agregó que el eléctrico es un sector que trabaja con alto apalancamiento financiero tanto de la banca nacional como internacional, y si no se dan las señales de estabilidad jurídica y normativa, de falta de seguridad en los tiempos, es muy difícil que se acometan inversiones que deben recuperarse en décadas.
En esa misma línea se refirió Jaime Concha, vicepresidente de Minería y Energía de la ANDI: “Si Colectora no entra no vamos a tener con qué cargar el Metro de Bogotá, así sea elevado o subterráneo, ni los trenes de cercanías. Estamos perdiendo las oportunidades”, dijo.
Al dirigente gremial le preocupa la política del gobierno de querer apagar el sector minero energético, sin tener listas otras fuentes, no solo de seguridad energética sino de recursos económicos para la Nación.
“Para sustituir los recursos fiscales que dan el petróleo y el carbón tendría que multiplicarse por 47 el turismo, 27 veces el sector agropecuario y cinco veces el sector industrial, y ese plan no se ve por ningún lado. De hecho, el Plan Nacional de Desarrollo preveía crecimientos del 3% anual y el año pasado cerramos con el 0,6%, entonces esa transición justa nos preocupa”, dijo Concha
Esa situación se ve reflejada en La Guajira, pues si no se van a dar nuevas licencias de carbón a partir de 2033, tampoco aparecen nuevos proyectos de generación eléctrica, como en la reciente subasta, donde no se presentó ningún proyecto para ese departamento. “Nadie quiso apuntarle a La Guajira, entonces ¿dónde está la transición justa?, se preguntó el directivo gremial.
Por su parte, Alexandra Hernández, directora Ejecutiva de SER Colombia, dijo que, en materia de proyectos de energía renovable, el problema no son las metas sino cómo y cuándo entran los proyectos.
Hernández dijo que “hoy un proyecto solar o eólico tarda entre 3 y 6 años. Si no hacemos nada por acelerar los trámites, actualizar la regulación, de impulsar los proyectos tanto de generación como de transmisión, no vamos a lograr pasar del Excel.”
“Desde SER Colombia somos optimistas frente al desarrollo de las renovables, pero también somos realistas con los desafíos, no la tenemos fácil, tenemos mucho por trabajar”, concluyó.
Los diferentes actores no pintaron un panorama alentador para el sector energético colombiano y el mismo director de la UPME lo plasmó en una sola palabra: Esquizofrenia.