Llegando al límite

Nuestra obligación no es el lamento sino la acción propositiva y por eso nuestro esfuerzo debe ser continuo, para revertir una tendencia que, de seguir así, nos llevará a sobrepasar el límite de lo posible y condenará a la especie a un amargo futuro.

Por: MAURICIO LÓPEZ*

Las últimas noticias son alarmantes. Olas de calor nunca antes vistas, con temperaturas batiendo todos los registros previos, ya no en el emblemático Valle de la Muerte en California, sino en muchas zonas pobladas en diferentes latitudes.

Granizos del tamaño de bolas de golf o mayores, causando lesiones a peatones y dañando fachadas, toldos, cubiertas, en pleno verano en varias ciudades europeas.

Sequías de varios años que agotan el suministro de agua a la capital uruguaya, Montevideo, y que asolan los campos argentinos mermando su producción de granos, o generando hambrunas en las altas planicies del Cuerno Africano. O incendios forestales incontrolados destruyendo miles de hectáreas de zonas costeras del hemisferio Norte.

Inundaciones que arrasan todo a su paso, lamentablemente en zonas de ladera de nuestros países, especialmente en las áreas más deprimidas socialmente. O incluso deshielos inusitados en el invierno antártico, desprendiendo enormes capas de bloques de hielo.

También, para este semestre venidero, se anuncia en la zona ecuatorial la presencia del Fenómeno de El Niño, con su secuela de tiempos secos y ardientes en las latitudes norte, generando un estrés hídrico en el norte de Suramérica, y como balance, arreciando riadas e inundaciones en las latitudes sur del mismo subcontinente.

Algunos escépticos sostienen que esto forma parte del ciclo natural de la vida en nuestro planeta; sin embargo, la continuidad de los casos extremos, tal como lo ha mencionado recientemente en su nuevo informe el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), grupo de expertos científicos reunidos por las Naciones Unidas para monitorear y evaluar toda la ciencia global relacionada con el cambio climático (https://www.nature.org/es-us/que-hacemos/nuestra-vision/perspectivas/ultimo-informe-ipcc/ ) indican que en el hipotético caso que todos los países cumplieran con los compromisos climáticos actuales, sería muy difícil mantener la ambición de solamente 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, límite definido por los científicos para evitar pasar a peores escenarios de crisis climática.

En el informe se expone con claridad que los actuales esfuerzos, algunos de ellos notables, no solamente por una apropiación innovadora y tecnológica, son muy dispersos y no están debidamente enfocados en aquellas poblaciones más vulnerables, especialmente situadas en zonas costeras e insulares y en los altos valles glaciares y zonas de páramos.

La conclusión del informe es que, si seguimos aumentando consistentemente la temperatura en el planeta, los ecosistemas tendrán daños irreversibles con consecuencias devastadoras.

Surge una inevitable pregunta: ¿Estamos condenados a la autodestrucción? Esto impone acciones continuas y decididas por parte de los distintos actores involucrados, que en la práctica somos todos, porque al final de cuentas todos somos responsables.

Por parte de las comunidades, su empoderamiento es fundamental, bajo una premisa esencial de conocimiento del territorio. No debe estar signado por el activismo radical, sino bajo las soluciones basadas en la naturaleza, teniendo a la ciencia como elemento central. Esto implica una acción decidida para generar las condiciones de disminuir la desforestación en todos los territorios, aumentando las áreas protegidas y demandando de la comunidad internacional una corresponsabilidad que venga acompañada de recursos destinados a pagos por servicios ambientales.

Tenemos que dejar el romanticismo y generar todo un sistema de apoyo a las comunidades en los territorios (sobre todo los más expuestos y afectados por la variación climática) como parte de la solución a esta gran amenaza.

El papel de los gobiernos a nivel global y local, y por supuesto en sus marcos de actuación, es promover una Transición Energética para lograr la ambición de menos de 1,5°C. Sin duda, esto pasa por la reducción progresiva del uso de los combustibles fósiles, de una manera realista. Pensar con el deseo que esto es un asunto de una década, francamente es desconocer las verdaderas dinámicas económicas, sociales y ambientales de una comunidad. Es un proceso de largo aliento donde un primer hito al 2050 puede considerarse razonable. 

Esto implica disminuir el uso de los combustibles y aumentar la inversión en la naturaleza. El IPCC ha calculado que se requieren cerca de US$400 mil millones de dólares americanos para hacer cambios en agricultura, silvicultura, otros usos de la tierra para limitar las emisiones. Además de focalizar los subsidios que actualmente se otorgan bajo una nueva óptica climática.

Por supuesto, esto no es un juego de suma cero (con ganadores y perdedores netos). Al contrario, es una enorme oportunidad para mejorar la calidad del aire, del agua, del suelo, mejorando la productividad y propiciando mejores condiciones de acceso a servicios básicos universales, reduciendo los inaceptables niveles de pobreza e inequidad actuales.

Por parte del sector empresarial es claro que el objetivo es alcanzar emisiones netas cero en las operaciones; en palabras sencillas, dejar de emitir más carbono a la atmósfera. Sin duda, la mejor manera es una combinación de cambio de fuentes y un desarrollo activo de programas de eficiencia energética.

El tránsito a energías renovables, tanto las tradicionales como las no convencionales, fotovoltaica, eólica, geotérmica, recoge el uso del gas natural como el combustible de la transición, y aplicar toda la innovación y la tecnología para poder cubrir las necesidades energéticas, sin afectar a la naturaleza.

Por supuesto, no todo lo podrá hacer la innovación ya que habrá sectores que por sus características no puedan llegar al ansiado cero, pero si se deben generar mecanismos adecuados de compensación.

De hecho, los mercados de carbono tienen que alcanzar un mayor grado de consolidación, conocimiento y apropiación, para que empresas que llegan a la opción de no poder reducir su totalidad de emisiones, compensen económicamente a través de la protección efectiva y creciente de ecosistemas naturales y facilitar además la recuperación de zonas deterioradas para lograr el propósito efectivo de la reducción total.

El individuo y su entorno cercano también tienen que actuar. Su responsabilidad pasa por un proceso de apropiación consciente e informado. De hecho, la academia, desde los primeros años hasta los niveles más altos de formación, es la palanca efectiva para lograrlo.

En Colombia hemos avanzado en la apropiación de la cultura de la sostenibilidad. La Red Colombiana del Pacto Global al contar con casi 600 empresas y organizaciones es un ejemplo vivo de ello.

Están en la red empresas de todos los tamaños, más de 50 universidades, más de 20 gremios, cámaras de comercio, cajas de compensación, más de 100 organizaciones sociales.

Además tiene un programa robusto de mesas de trabajo para compartir experiencias en temas de Derechos Humanos, Anticorrupción, Agricultura y Alimentación, Principios de Educación Responsable en Gestión -solo para Universidades-, Salud, Industria Extractiva, Gestión Climática, Gestión Hídrica, Red de Residuos Sólidos, Empoderamiento de la Mujer, Inclusión y Diversidad, Lucha contra el Trabajo Infantil, Moda Sostenible, Comunicación Empresa y Biodiversidad, Inversiones Sostenibles, entre otras.

Además, una sólida plataforma de comunicaciones con una página web con más de un millón de visitas anuales www.pactoglobal-colombia.org, blog y podcast especializados con apoyos de la academia, Revista Virtual, y una nutrida oferta académica, desde el Congreso de Pacto Global, cursos, seminarios y webinars. 

Son muchos los retos y desafíos. Nuestra obligación no es el lamento sino la acción propositiva y por eso nuestro esfuerzo debe ser continuo, para revertir una tendencia que, de seguir así, simplemente nos llevará a sobrepasar el límite de lo posible y condenará a la especie a un amargo futuro.

*Director Ejecutivo de Pacto Global Red Colombia.